La singladura acometida este año presenta unas cuantas características peculiares que describo a continuación.
La primera, que se trata de un proyecto humilde, sólo 4 días por el norte de la costa de Alicante. La segunda que hemos navegado en un barco alquilado un tanto antiguo, un Bavaria Cruiser 37 del 2008 con un sólo timón, una bañera reducida y, por supuesto, sin plataforma de popa. Además de la antigüedad, se encontraba bastante mal mantenido. Pero era barato, uno de los requisitos que buscábamos (lo bueno, bonito y barato parece que ya sólo se encuentra en Grecia. En España se está poniendo la cosa difícil).
Y la tercera y principal característica, que explica en parte las anteriores, es que, por primera vez, hemos navegado con un par de adolescentes a bordo, hijos de Enrique, uno de los tripulantes. Se trataba de una experiencia iniciática para ellos, y lógicamente también para nosotros! Pero satisfactoria al final para todos. Los chicos se aburrieron lo justo, no abusaron en exceso del móvil y creo que se divirtieron con la navegación y las tareas náuticas. Por nuestra parte, los adultos disfrutamos de extensas charlas con ellos, en las que nos pusieron al día sobre la mentalidad socio-digital de las nuevas generaciones.
Los tripulantes hemos sido: Inma, Susana, Luis, Enrique, Jorge (16 años) y Carlos (14 años).
Para mí ha habido una cuarta y especial característica. Con Enrique, gran y querido amigo, es con quien empecé a navegar hace ya casi 25 años. Juntos nos sacamos la licencia de Patrón, hicimos multitud de prácticas y finalmente nos lanzamos, muertos de miedo, a patronear juntos. Ibamos como patos mareados debido a la inexperiencia, pero superamos las dificultades sin grandes percances, ganamos en seguridad y, sobre todo, nos divertimos como enanos en navegaciones donde la risa era una constante. Realizamos no pocas singladuras por Baleares, Levante y Grecia. Después él se dedicó a la crianza y se distanció del mundo náutico.
Así que, esta singladura es, por un lado, una recuperación de la camaradería con Enrique, acompañados además por la gran marinera Inma, que empezó también con nosotros y ha vivido la mayoría de nuestras aventuras. Y por otro, y no menos trascendente, un cierto paso de testigo en la figura de los hijos de Enrique. Quien escribe estas líneas ya va cumpliendo años. Ello implica una progresiva pérdida de las habilidades e inquietud que implica patronear. Por ello, pienso que empieza a ser el momento de ir cediendo ese testigo a los más jóvenes y comenzar a acercarme a la figura de marinero raso! Creo que nunca abandonaré la navegación, pues me apasiona. Pero sí veo que se acerca el momento de ceder la responsabilidad, que cada vez va pesando más, a las nuevas generaciones. Es ley de vida! y más vale irla reconociendo y acatando antes de que se imponga por sí misma.
El equipo lo ha completado Susana, mi compañera, también competente marinera y devota del mundo náutico.
Primero de todo, comentar que el tiempo ha resultado excepcional. Soleado, vientos suaves y mar con leve oleaje. El cambio climático está generando un mar Mediterráneo extrañamente revuelto en verano, lo hemos padecido en los últimos años. Y para una singladura como ésta, toda por la costa orientada al este y sin la posibilidad de sotavento que ofrece una isla, resultaba sin duda un riesgo. Poseidón fue esta vez condescendiente con nosotros, ¿quizás por la presencia a bordo de los dos infantes?
El mapa superior se muestra los puntos principales que han guiado la navegación, en los que hemos recalado. Embarcamos el lunes 30 de junio por la tarde en Alicante, después de la compra de rigor. Tras una pernocta en el puerto, zarpamos el martes 1 rumbo al norte. Echamos el ancla a mediodía al sur de la Playa de San Juan y, tras comer, sestear y sopesar si continuar la navegación decidimos quedarnos en este plácido fondeo, donde hinchamos la tabla de paddle surf y pernoctamos.
El miércoles madrugamos y zarpamos a las 8 de la mañana hacia el norte. A mediodía alcanzamos lo que llaman "Cala de la Mina" (no figura así en los mapas), un recodo rocoso bien bello, al sur de la bahía de Altea, donde hay unas maravillosas boyas a las que amarrarse, lo cual hicimos, por supuesto. Después de disfrutar de un excelente baño y comida, a la tarde seguimos nuestro camino hasta Moraira, donde fondeamos para pasar la noche.
El jueves amaneció más ventoso, y seguimos nuestra por la mañana ruta hasta el Cabo de la Nao, flanqueando los bellos acantilados que rodean el cabo. Buscábamos unas supuestas boyas, al norte de la cala Granadella, para pasar un rato y darnos un chapuzón, pero finalmente no aparecieron. Dada su ausencia, regresamos a Moraira con viento norte de popa que aprovechamos para navegar empujados por la génova. Después de baño y comida en Moraira, zarpamos de nuevo hacia el Náutico de Altea, donde amarramos el velero a última hora de la tarde. Cayó una magnífica cena en su restaurante, de la que alguno/a todavía se está relamiendo! Paseo posterior y pernocta en el puerto.
El viernes soltamos amarras temprano una vez más, pues había que recorrer bastantes millas para llegar al puerto de Alicante. A las 9 zarpábamos hacia el sur, manejando a mano el velero, pues no le funcionaba el piloto automático (también fallaba el molinete del ancla, los aforadores... en fin!). Fondeamos de nuevo un rato a mediodía en playa de San Juan para entrar a la tarde en Alicante y desembarcar.
Como decíamos al principio, una navegación humilde, pero placentera, que ha dejado a todos momentos muy gratos y un recuerdo feliz, que es de lo que se trata. A ver si hay suerte, la semilla sembrada germina y da pié una nueva generación marinera. El tiempo lo dirá!